miércoles, 25 de febrero de 2009

El universo es una perversa inmensidad hecha de ausencia.
Uno está en casi ninguna parte.
Sin embargo, en medio de las infinitas desolaciones hay una buena noticia:el amor.
Los Hombres Sensibles de Flores tomaban ese rumbo cuando querían explicar el cosmos.
Y hasta los Refutadores de Leyendas tuvieron que admitir casi sin reservas, que el amor existe.
Al contrario, a veces se piensa que amor y pena son una misma cosa.
Especialmente en el Barrio del Angel Gris, que es también, el barrio del desencuentro.
Las historias amorosas de los tiempos dorados son casi siempre tristes.
Esto no basta para afirmar que todos los romances fueron desdichados, sucede, tal vez, que el arte necesita nostalgia.
No se puede ser artista si no se ha perdido algo.
Los poemas de amor satisfecho aparecen como una compadrada de mercaderes afortunados.
Por eso los poetas de Flores buscaban el desengaño, porque pensaban que cerca de el andaba el verso perfecto.
Casi todos quedaban en la mitad del camino.
Admitía que la pena de amor conducía al arte, pero también sostenía que el propósito final del arte es el amor.
La recompensa del artista es ser amado.
Así parecía opinar Ives Castagnino, el músico palermo, quien componía valses meláncolicos al solo efecto de seducir señoritas.
Cuando no lo lograba, su tristeza le dictaba otra canciones que más tarde le servían para deslumbrar señoritas nuevas y así recomenzar el círculo.
Algunos muchachos sin vocación artística trataban de merecer a las damas, cultivando las ciencias, la bondad, el coraje, o la riqueza.
Los autores de aforismos extrajeron de estas realidades una conclusión modesta: si no fuera por el amor, nadie haría gran cosa.
El polígrafo de Flores, en un rapto de arbitrariedad, llegó a establecer un órden de cualidades, según su eficacia para enamorar.
Colocó en primer lugar la belleza y luego la juventud, aclarando que estas dos virtudes son tal vez una sola.
Después ubicó las condiciones espirituales: inteligencia y bondad.
En último término, el poder y el dinero.
Muchedumbres de feos de cierta edad polemizaron con Mandeb reclamando el derecho de ser amados por su limpieza, trayectoria comercial o apellido ilustre.
Pero para Mandeb,el amor era una flor exótica cuyo hallazgo ocurría muy pocas veces.
-De cada mil personas que pasen por esa puerta- decía......acaso nos conmueva solamente una.
Del mismo modo, quizás solo una entre las mil tenga a bien impresionarse con nosotros.
La cuenta es sencilla: sin contar percepciones engañosas y desilusiones posteriores, la posibilidad de un amor correspondido es de una entre un millón.
No está tan mal, después de todo.

1 comentario:

  1. Uno está en casi ninguna parte...

    Yo no necesito tiempo para saber cómo eres: conocerse es el relámpago. ¿Quién te va a ti a conocer en lo que callas, o en esas palabras con que lo callas?
    El que te busque en la vida que estás viviendo, no sabe más que alusiones de ti, pretextos donde te escondes. Ir siguiéndote hacia atrás en lo que tú has hecho, antes, sumar acción con sonrisa, años con nombres, será ir perdiéndote. Yo no.
    Te conocí en la tormenta. Te conocí repentina, en ese desgarramiento brutal de tiniebla y luz, donde se revela el fondo que escapa al día y la noche. Te vi, me has visto, y ahora, desnuda ya del equívoco, de la historia, del pasado, tú amazona en la centella, palpitante recién llegada sin esperarte, eres tan antigua mía, te conozco tan de tiempo, que en tu amor cierro los ojos, y camino sin errar, a ciegas, sin pedir nada a esa luz lenta y segura con que se conocen letras y formas y se echan cuentas y se cree que se ve quién eres tú, mi invisible.

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