martes, 24 de febrero de 2009

La última noche....

Los rayos de sol desmesurados que entraban sin pedir permiso por la ventana de mi lúgubre habitación, me congelaban hasta el aliento salido de mis labios taciturnos y de aquellas, malvados.
El injusto día de verano no hacía otra cosa que azotar mi debilitado cuerpo, mientras me cubría los hombros con un echarpe olvidado, y me resguardaba bajo la seda salvaje de aquel insorpotable, frío de verano.
Ni podía ni quería articular palabra, sentada sobre la alfombra desgastada que dejé caer sobre los baldosines rotos años atrás, mientras me refugiaba en mí.......hasta de mí misma.
No supe cuánto miedo revoloteaba sobre mi mirada triste, hasta que transcurridas unas cuantas horas mis cuerdas vocales continuaban mudas, y la vida se me escapaba por la ventana de la misma habitación lúgubre de donde nunca más volví a salir.
Deambulé acomodada entre los entresijos inciertos de una duda exasperante que sembraba más miedo a raudales, y levantaba otro vendabal de frío bajo los treinta grados centígrados que se adherían asfixiantes a las cuatro paredes de mi encierro voluntario.
No podía respirar entre tanta lágrima no derramada, y tanto odio retenido.....
Necesito arrancarme el corazón-,.....me dije a gritos en silencio.
Aún no recuerdo cuánto tiempo permanecí tumbada sobre la alfombra polvorienta, muerta de frío, regocijándome en aquella idea malévola que me turbaba, y en el intento desesperado por no recuperar bajo el calor de los rayos, ni un rastro de mi perdida cordura.

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